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¿Cuántas vidas tiene un gato?

7 vidas de los gatos

Si afirmamos que los gatos tienen siete vidas es por su innata capacidad para darse la vuelta en el aire y conseguir caer de pie. Desde un punto de vista científico esta habilidad recibe el nombre de Reflejo de Enderezamiento del Gato (CRR) y sus resultados prácticos han despertado el interés de la NASA, cuyos investigadores lo estudian con el fin de trasladarlo a los viajes espaciales.

Más allá de que las expediciones a Marte hayan fotografiado gatos sobre la superficie de este inhóspito planeta, lo cierto es que los científicos de la NASA llevan años estudiando los movimientos de estos felinos, con el fin de trasladarlos a los astronautas que se enfrentan a condiciones de gravedad.

Por un lado, en el argot científico se denomina gatos a aquellas rocas marcianas que simulan la silueta de un felino en estado de reposo, mientras que por otro la NASA financia investigaciones dirigidas a estudiar el movimiento de los gatos en el aire y su capacidad para conseguir girarse y acabar aterrizando prácticamente ilesos con las cuatro patas en el suelo.

En veterinaria las lesiones derivadas de una caída en altura reciben el nombre de síndrome del paracaidista o del gato volador.

Está comprobado que esta habilidad innata la desarrollan los gatos de forma natural a partir de los dos primeros meses de vida, una cuestión de supervivencia biológica que ha dado lugar al popular mito de las siete vidas, una cifra que curiosamente aumenta a nueve vidas en los países anglosajones.

Pero no hay que fiarse de la supuesta inmortalidad gatuna. Las pruebas demuestran que el 90% de los gatos que sobreviven a caídas desde un segundo piso lo hacen con lesiones, un porcentaje de supervivencia que curiosamente se incrementa a medida que aumenta la altura.

¿Cuál es la explicación? Sencillamente al equilibrio entre gravedad y rozamiento del aire, porque cuanto mayor es la altura de caída más posibilidades tienen los gatos de alcanzar una velocidad constante antes del impacto, reduciendo con ello el riesgo de sufrir lesiones graves.

Pero hay que anotar que el interés de los científicos por los movimientos de los gatos no comenzó con la NASA y los vuelos espaciales, porque ya en 1700 el investigador francés Antoine Parent trabajó para comprender cómo los objetos pesados -un gato lo es- se mueven y rotan mientras caen empujados por la gravedad.

vidas gato

Lo que Parent descubrió es que al igual que los objetos pesados tienden a volcarse con el lado más pesado hacia abajo, sucede con las tostadas, un gato en caída libre puede ajustar su cuerpo con el fin de conseguir darse la vuelta en el aire.

Por otro lado, en el siglo XIX el investigador Etienne-Jules Marey utilizó las primeras videocámaras para capturar en detalle la caída de un gato. La secuencia muestra cómo el felino comienza a caer boca arriba, para antes de tocar el suelo conseguir retorcerse y reorientar su cuerpo para aterrizar de pie.

Finalmente, fue en 1935 cuando los fisiólogos holandeses Rademaker y Braak consiguieron explicar científicamente esta habilidad gatuna. Todo se debe a la conservación del momento angular, ya que los gatos tienen la capacidad de recoger y estirar las patas delanteras y traseras a voluntad permitiéndoles rotar su cuerpo.

De esta forma la parte delantera del cuerpo de un gato puede girar hasta 180º, mientras que la trasera gira en dirección opuesta. Además, durante la caída los gatos flexionan la columna vertebral permitiendo que ambas partes puedan girar en ejes diferentes.

Lo que interesa en la NASA no es que los gatos cacen roedores, inexistentes en los viajes espaciales, sino el llamado CRR (Cat-Righting Reflex), lo que en castellano se denomina Reflejo del Enderezamiento del Gato.

A la séptima semana de vida los gatitos ya han conseguido optimizar su CRR, una capacidad que para los astronautas puede llegar a tener mucha importancia a la hora de ejercer movimientos en situación de gravedad.

¿Cómo se desencadena el CRR? En el oído interno de los gatos existe una estructura (vestíbulo) encargada de detectar la posición y los movimientos de la cabeza en el aire y que transmite sus datos al cerebro. De esta forma el gato puede realizar hasta un giro completo con el objetivo de recuperar su posición normal.

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