Con las altas temperaturas no solo debemos preocuparnos de procesionarias, pulgas, garrapatas o leishmania. En primavera y verano a nuestros perros les acechan otros peligros, como es el caso de las escolopendras, insectos que con su mordedura inoculan un veneno que en algunos casos puede resultar mortal y que obliga a una visita urgente al veterinario.

Con la llegada de la primavera y del verano muchos propietarios de perros andan preocupados porque sus animales no tengan un encuentro indeseado con las siempre peligrosas orugas procesionarias, pero las altas temperaturas favorecen que otros peligros con múltiples patas también puedan acechar a nuestras mascotas.
En verano a las escolopendras les gustan los refugios húmedos y oscuros, ya sea en exterior o en interior, de forma que en las salidas un perro puede encontrarse con estos insectos bajo piedras, leña o árboles muertos, pero en casas de campo o chalets rodeados de jardines también es frecuente hallarlas escondidas en habitaciones poco utilizadas, garajes, sótanos, almacenes de jardinería, etc.
Todos los perros son curiosos por naturaleza, sobre todo cuando se trata de cachorros o de ejemplares jóvenes que todavía desconocen que la mordedura (que no picadura) de una escolopendra es una experiencia no deseable y que puede resultar fatal si el veneno inoculado por el insecto provoca un choque o shock anafiláctico.
Las escolopendras utilizan este veneno para inmovilizar a sus presas, siempre de un tamaño pequeño, pero en un perro la mordedura de una escolopendra puede provocar la necrosis de los tejidos más próximos a la zona donde el insecto ha efectuado la mordida.

Por otro lado, si el perro ha cometido la imprudencia de comerse al insecto cuando todavía estaba vivo y tenía capacidad de morder esta necrosis puede aparecer en los tejidos bucales, lo cual empeora el diagnóstico.
A simple vista la mordedura de una escolopendra puede ser fácilmente identificable, siempre que el animal muestre molestias en la zona afectada, porque podremos observar dos puntitos separados por un par de milímetros, siendo hocico, almohadillas, patas y barriga, las zonas de contacto que suelen verse afectadas con más frecuencia.
Si nuestra mascota ha sido mordida por una escolopendra los síntomas más habituales son fiebre, apatía, dificultad respiratoria, falta de apetito, etc. Ante la presencia de esta sintomatología y si existen sospechas lo aconsejable es acudir con urgencia al veterinario para que realice una valoración, inspeccione al animal con el fin de localizar la posible mordedura y en su caso establezca un tratamiento adecuado.
En España existen tres especies de escolopendras, todas ellas venenosas, unas más peligrosas que otras en función del tamaño de sus mandíbulas y de la intensidad de su veneno.
