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Oruga procesionaria – Por qué es tóxica para los perros

De forma temprana la oruga procesionaria empiezan a descender de los pinos debido al invierno benigno que estamos disfrutando. Todos los propietarios de perros saben del peligro que estos insectos tienen para sus mascotas, aunque muchos desconocen cuál es la razón. A partir de ahora deberemos tener mucho cuidado en las salidas a los parques y al campo.  

Estamos inmersos en un inusual invierno primaveral con días cada vez más largos y temperaturas propias de otros meses. Esta climatología está provocando que florezcan árboles y plantas y que las orugas procesionarias estén abandonando sus nidos de forma temprana y descendiendo al suelo. 

La oruga procesionaria es temida por los propietarios de perros, ya que son muchos los animales que han sufrido y sufren su “picadura”, que en algunos puede tener consecuencias graves.

¿Qué pasa si le pica la oruga procesionaria a un perro?

Las procesionarias pasan sus primeras fases de desarrollo en los visibles nidos situados en los pinos y que están construidos con una especie de seda que les permite soportar temperaturas de hasta -12ºC. Cuando la temperatura es la adecuada los individuos maduros salen de los nidos y descienden de los árboles para enterrarse en el suelo, donde se transformarán en mariposas. 

Para protegerse del ataque de sus depredadores a partir de los 30 días las procesionarias desarrollan numerosos pelos urticantes. Son pequeñas púas que se clavan en la piel de cualquier animal que entre en contacto directo con ellas o indirectamente con una superficie por la que hayan pasado las orugas. 

Cuando estos pelos urticantes entran en contacto con sus “víctimas” liberan una toxina llamada “thaumatopina”, muy similar a la que podemos encontrarnos en los pelos urticantes de las ortigas. Esta toxina provoca que el cuerpo del animal libere histamina, una sustancia relacionada con las reacciones alérgicas y que hace que los vasos sanguíneos se dilaten y los bronquios se estrechen. 

De forma general los pelos cubiertos con la toxina provocan picor, irritación, enrojecimiento e inflamación, un proceso al que se denomina “dermatitis de la oruga”. Sin embargo en los individuos más sensibles o alérgicos o cuando esta toxina alcanza zonas delicadas, como por ejemplo la boca, los efectos pueden ser más graves. 

Cuando la toxina alcanza zonas de la lengua la reacción inflamatoria puede generar una necrosis del tejido cercano y un edema de la garganta, provocando en ello el bloqueo de esta zona y la asfixia.  

Por otro lado, cuando los pelos de las procesionarias entran en las vías respiratorias pueden causar cuadros de asma, tos y rinitis, mientras que en los ojos las conjuntivitis es la respuesta más habitual.

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